LA OPINIÓN DE LOS XPERTOS

Los 30 por hora en ciudad son una barrera científica, no política

Son mucho más fáciles de defender los límites cuando tienen base científica que cuando no la tienen. El límite español de 120 en autopistas y autovías no tiene un límite científico. Fueron límites decretados en la crisis del petróleo de los 70 por motivos de ahorro energético (hasta entonces, la velocidad en las carreteras españolas era libre). Y desde entonces se han perpetuado y no hay duda de que se ha generado un cierto consenso respecto a ese 120. Además, aunque en los países del entorno son diferentes (110-130 en Francia según la meteorología, 150 Italia…), en España ese límite ha permanecido estable durante cuatro décadas y a día de hoy no parece existir debate.

Señal de tráfico, velocidad 30km/h | Pixabay

Sin embargo, el límite de 30 por hora de los barrios residenciales de las ciudades sí tiene una base científica. Los estudios realizados con dummies demuestran que los atropellos frontales (golpe de la cabeza contra el capó o similar) y por la espalda (nuca contra el capó o similar) suelen ser fatales incluso a velocidades más bajas. Incluso a 20 por hora, si no existe frenada del coche antes para bajar la velocidad y el peatón está estático, las posibilidades de supervivencia son muy pocas si el coche arrolla al peatón y este, por “efecto peonza”, golpea con la cabeza contra el vehículo. Solo cuando el atropello es frontal pero con la esquina del vehículo, el peatón recupera posibilidades de vivir porque el golpe en la cabeza no es tan seco.

Pero la mayoría de los atropellos en ciudad son laterales. Y aquí, los estudios muestran que el peatón multiplica enormemente las posibilidades de supervivencia si el impacto es a 30 kilómetros por hora o menor. Simplificando, prescindiendo de muchos matices técnicos para ser más rotundos: 30 por hora es una frontera científica que separa la vida de la muerte en los atropellos.

Por eso, tiene todo el sentido que las zonas residenciales sean Zonas 30. El proyecto de movilidad en las ciudades europeas se está construyendo con arterias “rápidas” que son vías anchas de doble carril o al menos de doble sentido en las que circular a 50 (hay más visibilidad, menos atropellos y por tanto más tiempo de reacción en la que con el freno se puede bajar de 50 a 30), anillos exteriores de autovía (rings) que circunvalan el tráfico rápido y el pesado y actúan de distribuidores y finalmente Zonas 30, que es donde vive la gente. Calles estrechas, con coches aparcados y poca visibilidad.

Siempre nos enseñaron que detrás del balón va un niño… Ahora hay pocos niños ya que jueguen al fútbol en las ciudades fuera de los recintos deportivos, pero a pesar de todo, los niños, los ancianos y la nueva “criatura”, el peatón tecnológico embebido en su Smartphone, aparecen súbitamente entre los coches aparcados para cruzar una calle… Y realmente solo importa de quién es la culpa de un atropello a efectos legales. A efectos sociales, el vulnerable es el peatón. Y sea culpa del coche, o del peatón, un atropello es un drama humano en el que siempre paga el peatón. Sea su culpa o no lo sea, hay que protegerle.

Y un último dato que no debemos olvidar. Hablar de 30 por hora nos parece una velocidad muy lenta porque en el argot automovilístico lo es… Pero 30 por hora equivalen a más de ocho metros en un segundo. Es la distancia de un tercer piso al suelo. En un segundo. Frenar de golpe, aplastar esos ocho metros por segundo es un impacto brutal, violento y, en la mayoría de los casos en los que no hay deceleración previa, es un impacto mortal.

Ponle Freno
  Madrid | 14/12/2020