REDES SOCIALES
Utopías y distopías detrás de cada 'me gusta'
La rutina de los 'influencers' parece no tener fisuras, pero un experimento demuestra que la hay aunque no siempre las vemos
Un viaje a Bali de ensueño, un pase VIP en la última semana de la moda, una publicación con los últimos lanzamientos en tecnología y también un post con los platos degustación del restaurante más prestigioso de la ciudad. La figura de los ‘influencers’ se ha propugnado más que nunca a lo largo de los últimos años en las redes sociales. Los creadores de contenido son personas entusiastas por diferentes temas que eligen compartir en las redes su visión sobre aquello que les apasiona. Son capaces de marcar tendencias y de crear cambios en los hábitos de consumo ya que a través de sus contenidos filtran todo aquello que consideran que sus seguidores deben de conocer. Esto ha llevado a que se modifiquen las estrategias de marketing y publicidad de las marcas y a la vez esto ha hecho que en las redes sociales los usuarios vean unas vidas de momentos aparentemente felices y llenas de positivismo.
La psicóloga Giulia de Benito Angelo explica algunas de las consecuencias de lo que ella define ‘dictadura del positivismo’. “Tenemos aspiraciones inalcanzables. Nos crea frustración porque no conseguimos que todo vaya bien con una actitud positiva. También nos damos cuenta de la falta de recursos para afrontar una realidad que no nos hace felices. Tenemos sentimientos de culpa y esto afecta a la autoestima. Al final no ponemos el foco en lo que necesitamos de verdad”.
Un experimento ha demostrado que no todo lo que se ve es real. Como usuarios, no podemos creernos todo lo que vemos. Uno de los ejemplos más sonados en 2019 fue el caso de Caroline Colloway, una ‘influencer’ con casi 800.000 seguidores en Instagram que fue destapada por su antigua amiga Natalia Beach. Beach desveló la realidad tras sus idílicas publicaciones en esa red social y explicó cómo se creó una falsa vida en redes sociales. Ese mismo año un informe de la Universidad de Baltimore aseguró que en el 2019 las empresas perdieron alrededor de $1.3 mil millones de dólares por invertir en ‘influencers’ que tienen seguidores falsos y que así inflan las audiencias a las que llegan.
La obsesión ahora mismo es acumular miles y miles de seguidores. E incluso hay trucos para esto. Ahora existen numerosas plataformas donde se pueden comprar seguidores. Según un estudio, hasta los famosos lo hacen. En ocasiones hasta más de un 40 % de los perfiles que les siguen son comprados.