ARTÍCULO
¿Por qué Twitch engancha tanto?
Laura Cuesta, del Servicio de Prevención de Adicciones de Madrid y experta en digitalización, analiza la red social que triunfa entre los más jóvenes. Pone en cuarentena la verificación de edad, el sistema de recompensas y la acción de 'susurrar'
A todos los que tenemos adolescentes o jóvenes en casa nos es conocida esta plataforma. En mayor o menor medida hemos escuchado su nombre cuando nuestros hijos o hijas ven los vídeos de sus streamers favoritos para saber cómo jugar a Fortnite, Among Us o al FIFA. Pero ahora ha saltado a todos los titulares a raíz, hace unas semanas, de la entrevista que Jordi Évole le hizo a Ibai Llanos. Éste, por si algún padre o madre no le conoce aún, es el protagonista de la conversación social actual y uno de los referentes hoy día de todos los Alpha y Zeta de nuestro país, con 5.4 millones seguidores en Twitch.
Empoderado por muchos como el nuevo comunicador del siglo XXI, por su irreverencia, su acidez, su manera fácil, rápida y natural de llegar al público joven, ‘sin tiritas ni tapujos’, y censurado por otros por arrastrar a las masas con mensajes vacíos, pobres, sin valor, solo con los recursos fáciles y vendibles para ese público como los ‘tacos’ y la ‘risa sin argumento’.
El caso es que en la entrevista habló de su experiencia con los videojuegos, con las plataformas de streaming, y reconoció cómo había llegado a pasar más de 16 horas jugando al día, totalmente enganchado a la tecnología. De la ansiedad y de tocar fondo. Sí, esto ocurre y es más frecuente de los que pensamos.
¿Pero qué es exactamente Twitch y por qué gusta tanto?
“Twitch es donde millones de personas se reúnen en directo a diario para charlar, interactuar y crear juntos su propio entretenimiento”.
Con esta frase es como se define la propia plataforma, y es que, aunque en sus orígenes ha estado especializada en la retransmisión de partidas de videojuegos, hoy día, la plataforma de live streaming más grande del mundo cada vez ofrece más contenidos de otro tipo, como música, política, estilo de vida, charlas con los usuarios, deporte, etc.
La plataforma nació en 2011, y desde que Amazon Inc. la adquiriera en 2014, no ha hecho nada más que crecer y crecer…
El perfil de sus usuarios corresponde, mayoritariamente, al de adolescentes entre 15 y 25 años, de los que dos tercios son hombres y alrededor del 35 % mujeres, y la media de visionados de sus usuarios es de unos 95 minutos al día.
Aunque el contenido se basa en directos que pueden durar horas, no es esto lo que más engancha a los adolescentes y jóvenes, que prefieren lo efímero y vídeos cortos. La clave de su éxito radica en que han sabido generar el espíritu de pertenencia a una comunidad: con su lenguaje propio, sus emoticonos, la interactividad en el chat, las predicciones con el streamer…
Hoy día se puede acceder a los contenidos a través de su página web Twitch.tv en cualquiera de los navegadores de internet, desde la app nativa para IOS o Android, se puede ver en videoconsolas, y en otras plataformas como Roku (plataforma de streaming en TV), Amazon TV o Google Chromecast.
Como ocurre con la mayoría de plataformas sociales, aunque la edad mínima de acceso es de 13 años, no hay ningún sistema de verificación de edad, por lo que, cualquier menor puede registrase falseando su edad. Primer riesgo.
Otra de las cosas de la que nos tenemos que informar y/o preocupar si hubiera algún signo de alarma, es con respecto al tema “seguidores vs. suscriptores”. Es decir, ¿qué tipo de perfil es el de nuestro hijo en Twitch?
Tanto los seguidores como los suscriptores de un canal de Twitch pueden ver los streamings de forma gratuita. Sin embargo, los suscriptores pagan una cuota mensual, 4.99$, $9.99 o $24.99 (por canal ¡ojo!), a los streamers que les proporciona una serie de ventajas. Según el tipo de suscripción, podrán ver streamings sin anuncios, streamings exclusivos para suscriptores, hablar en privado con el streamer y acceder a emoticonos y emblemas de suscriptor.
Pero, además de poder gastarse dinero en las suscripciones, nuestros hijos pueden hacer ‘donaciones voluntarias’ (¡un menor llegó a donar 4000€ al Rubius!) a sus streamers o, incluso, envíales Cheers o emoticonos animados para celebrar los mejores momentos del canal a través de la compra de bits (la moneda virtual de Twitch).
De todo esto, los influencers cobran una comisión, y aquí está el negocio y cómo están llegando a ganar esas cifras astronómicas (mínimo un 50 % de cada suscripción, según lo negocien, una parte de la publicidad emitida en su canal, 1 céntimo por cada bit, etc.).
Por tanto, si solo usa la app para ver sus canales y vídeos favoritos, lo que tendremos que controlar es ‘el factor tiempo’, pero si, además, se está suscribiendo a canales, nuestra tarjeta de crédito y un posible ‘descontrol’ está en juego…
Además, Twitch no dispone de ninguna herramienta de control parental dentro de la app ni ofrece la posibilidad de bloquear transmisiones o limitar el tiempo de uso, por lo que, al no haber filtros de edad, nuestros hijos se pueden encontrar publicaciones que incluyan lenguaje inadecuado, contenido erótico (el sexo está prohibido) o violencia (Crysis 3).
Los usuarios pueden chatear entre sí, simplemente pinchando encima del nombre de la persona, y se entabla la tan mal elegida acción de ‘susurrar’ (pensando que, a priori, son desconocidos los que están chateando…), por lo que, como siempre que los menores acceden a servicios en línea con chat, existe el peligro de que pedófilos o pederastas puedan acceder a ellos, o incluso que sufran grooming, ciberbullying o sexting. Así que, nuestra supervisión es más que obligada.
Pero, personalmente, de las cosas que más me preocupan de Twitch son las ‘predicciones’, ya que, aunque hayan querido ponerle un nombre más comercial, a lo que nos referimos es a apuestas, ni más ni menos. Es decir, juego de azar. Cierto es que no se juega o apuesta dinero, sino puntos, pero con estos puntos los usuarios consiguen una ‘recompensa’, como en una máquina tragaperras, que puede ser, tal y como anunció TheGrefg: “si llegas a 1.000.000 de puntos, echo una partida de Fornite contigo”. Por lo que los seguidores se afanan por participar en todas las predicciones de los streamers para conseguir los máximos puntos posibles, y así, entran en el mundo de las apuestas (se gana los apostado, multiplicado por una cuota).
¿Qué hago si mi hijo quiere transmitir en vivo en Twitch?
Si tu hijo o hija decide convertirse en emisor y retransmitir sus propios streams hay varias cosas que debes saber.
Para poder entrar en el programa de afiliados, dentro de los requisitos, lo más importante es: que se debe realizar al menos 7 días únicos de emisión durante los últimos 30 días y un mínimo de 500 minutos. Y si haces las cuentas… ¡500 minutos son casi 9 horas!
Además, será fundamental que primero configure la privacidad del canal y varios parámetros, como el bloqueo de palabras concretas, el de direcciones web para evitar el spam o un modo para que sólo quien sea un seguidor pueda comentar.
Por supuesto, como es recomendable con cualquier app o red social en la que tanto nosotros como nuestros hijos se quieran dar de alta, es recomendable que siempre se active la verificación en dos pasos, ya que al activarla podrá hacer que ya no sea suficiente con su nombre de usuario y contraseña para iniciar sesión. Tendrá que dar su teléfono para que se le envíe una contraseña de confirmación cuando inicie sesión desde un nuevo ordenador.
Y no podemos olvidar que la idea de ganar dinero rápido puede acarrear que nuestros menores se ‘enganchen’ fácilmente a la plataforma, y le dediquen horas y horas de su tiempo, buscando, por un lado, el beneficio económico y por otro, la gratificación social. La gestión de la popularidad y la sobrexposición a la que se ven expuestos los streamers puede derivar en distintos trastornos, como ansiedad, depresión o problemas de autoestima.
Por ello, la mediación parental y la educación digital en casa es siempre la mejor fórmula para hacer que nuestros hijos hagan un uso seguro y saludable de la tecnología.
Laura Cuesta trabaja en el Servicio de Prevención de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid y es profesora de cibercomunicación y digitalización en la Universidad Camilo José Cela.