ENTREVISTA
Manuel Aguilar: "WhatsApp se ha convertido en una red social. Necesita autocontrol"
El profesor de la Universidad de Extremadura y autor de 'Gueto WhatsApp' asegura que la aplicación de mensajería llegó sin manual de instrucciones y aconseja respetar las reglas para no caer en el abuso
¿Qué pasa con WhatsApp? Más de 2.000 millones de personas utilizan en el mundo esta aplicación de mensajería instantánea que lleva desde 2009 trastocando nuestros hábitos de comunicación. Wasapear se ha convertido en una tarea diaria incuestionable. Todos participamos en grupos familiares, profesionales o de amistad; todos lo utilizamos para cualquier comunicación, todos recibimos memes y todos estamos atentos a ese doble check azul que indica que nos han leído. El logo verde brillante con forma de nube de conversación con un auricular en su interior forma parte de nuestra realidad icónica de la era digital. Pero no todo es tan inocente como parece. O eso es lo que pretende hacernos ver Manuel Aguilar Yuste, un cacereño nacido en 1974 y profesor de Educación Social, Gestion y Administración Pública y Criminología en la Universidad de Extremadura. Desde hace tiempo alucinaba con el ‘enganche’ de sus alumnos al WhatsApp. Por eso decidió escribir Gueto WhatsApp (editorial Círculo Rojo), su particular venganza contra el mal uso de WhatsApp: "Llegó a nuestras vidas sin un manual de uso y se ha convertido en un arma social arrojadiza que esta fuera de control"
WhatsApp ya no es solo la app de mensajería más versátil del mundo, la herramienta más cómoda y efectiva para ‘charlar’ con los demás. "Hemos vinculado nuestra vida de tal manera aWhatsApp que ya empezamos a depender de ella para desarrollar nuestras actividades diarias", explica Aguilar. Se ha transformado en una red social más, en fuente y transmisión de bulos –sus responsables se preparan ya para las elecciones autonómicas de Madrid anunciando que han reducido un 70 % de los mensajes compartidos frecuentemente para frenar la desinformación–, en un escenario más de confrontación, en foco de ciberacoso…
El profesor extremeño ha escrito más de 200 páginas y las ha ilustrado con fotografías de personas wasapeando a las que ha tapado la cara con emojis. Nos cuenta la historia de la aplicación, cómo es la comunicación en ella, los problemas que supone para el lenguaje y la forma de expresarnos o cómo afecta a nuestro comportamiento. Hay hasta un capítulo dedicado a los grupos de WhatsApp que todos tenemos en nuestro móvil. "Las múltiples ventajas de los grupos de WhatsApp no están en discusión", aunque Aguilar reconoce que su mal uso muchas veces puede provocar distracción y estrés.
¿En cuántos grupos de WhatsApp participas y cuántos mantienes silenciado?
Más que tener, tenía. He llegado a manejar más de veinte grupos a la vez. Ahora solo tengo el de mi familia, el de la familia de mi mujer, el de amigos de la infancia, el de los colegas de cañas, el de la peña del Atlético de Madrid… y ya está. No tengo más. Y luego hay grupos que tengo guardados pero que no utilizó. No tengo ninguno silenciado.
¿Qué es lo que tiene WhatsApp para que haya 2.000 millones de personas utilizándolo?
Algo debe tener y algo tiene que estar pasando para que el Estudio Anual de Redes Sociales asegure que WhatsApp tiene 22 millones de usuarios en España. Para una parte del libro me dediqué a fotografiar a gente que estaba guasapeando con el móvil en el banco, cuando iba al médico, en un evento, en la piscina. Un día estaba en el sur de Canarias con un tiempo espectacular y vi a una pareja tomando café frente al paraíso. ¿Qué hacían? Hablando por WhatsApp. Me dio tiempo a ir al coche a por mi móvil y volver para fotografiarles y seguían igual. Si pensamos cuánto tiempo diario le dedicamos al móvil desde que llegaron los dispositivos inteligentes nos asustaríamos. Si lo utilizamos 5 o 6 horas diarias, solo hay que multiplicarlo por días del año para darnos cuenta de la cantidad de tiempo que tenemos el móvil ante los ojos. ¿Cuánto tiempo estamos perdiendo o no nos dedicamos a las cosas importantes que antes hacíamos y ahora no hacemos? ¿Qué hacíamos antes de 2008?
Pero algo bueno debe tener…
WhatsApp nació como una aplicación móvil que sirve para comunicarse con mensajes escritos, de audio o de vídeo, pero nos llegó sin un manual de instrucciones y al final se ha convertido en una red social más. Ahora existen grupos donde interactúan hasta 500 personas. Ah, se me olvidó contarte que también estoy en el grupo de WhatsApp de la Dirección General de Tráfico, donde te avisan sobre controles u otras informaciones relacionadas con incidencias, etc.
Cuando te compras un televisor viene con su manual, que te lo puedes leer o no, pero ahí lo tienes. De WhatsApp no nos llegó ningún manual de instrucciones, cada uno lo ha utilizado como ha podido. Al final genera una parte buena para una comunicación rápida, pero también es una red social de la que se puede llegar a abusar y a la que te puedes llegar a enganchar. Además, WhatsApp te lleva a Facebook y Facebook te lleva a Instagram, a Twitter. Para el libro hice un experimento con un grupo de alumnos de Criminología en la Facultad de Derecho de la Universidad de Extremadura: un alumno hizo un proyecto de autobservación: “Voy a ver cuánto tiempo utilizo el móvil en las horas de clase por asignatura”. Son cinco asignaturas y 45 minutos por clase. En ese tiempo llegó a ver hasta 47 veces el teléfono, sobre todo las redes sociales. De esta forma, la transferencia de conocimiento profesor-alumno se resiente. Aunque lo tengas silenciado, el teléfono está presente.
En otro de los trabajo de observación, un grupo de alumnas de instituto, de entre 15 y 17 años, analizó el tiempo que estaban con el teléfono en los recreos. Comprobaron que los recreos se convertían en guetos, en grupos que se dedican a mirar el móvil, de ahí viene el título del libro.
En Levanta la cabeza hemos publicado un especial sobre el peligro de utilizar el móvil mientras se camina, y lo que supone físicamente ante el riesgo del ‘síndrome del cuello roto’…
El último informe del RACE (Real Automóvil Club de España) dice que el uso del teléfono móvil es una de las principales causas de accidentes. En Cáceres, unas alumnas observaron desde un banco cómo cruzaban los viandantes un paso de cebra: De 100 personas que vieron cruzar la calle en 45 minutos, 89 iban mirando el móvil. Dejas tu destino a lo que pueda venir a la derecha o a la izquierda.
Por no hablar de ese efecto que ocurre en los semáforos entre los conductores. Paran el vehículo y lo primero que hacen es consultar el móvil para mandar o leer un guasap o ver las redes sociales. Es la distracción con el teléfono en todos los ámbitos: los que cruzan, los que paran… Por no hablar del trauma mundial que se produce cuando alguien se deja el teléfono móvil en casa. Parece que se para el mundo.
¿Por qué preferimos escribir a hablar?
Queremos ahorrar todo el tiempo posible. No queremos perdernos nada de lo que pasa en las redes sociales. No nos damos cuenta de que las transformaciones que implica. Desde hace cinco años para acá hay una diferencia brutal de cómo te hacen los exámenes los alumnos, responden en cuatro líneas un examen, escriben xq en lugar de porque, o usan el signo + en lugar de más, trasladan el lenguaje de las redes sociales a los conocimientos y exámenes.
¿Por qué decidiste escribir sobre WhatsApp?
Surge cuando me convierto en profesor. En una de las asignaturas prácticas les pedí que hiciesen grupos de trabajo para desarrollar un trabajo. Eran 90 personas en un aula y les pedí que montasen grupos de 4 o 5 alumnos. Pasaban los días, no me decían nada y empecé a enfadarme. A las dos semanas pregunté a unas alumnas qué es lo que pasaba. Me contaron que desde el primer curso se había creado un grupo de WhatsApp exclusivo para la clase, que no cumplió su cometido porque al poco tiempo se convirtió en un espacio para la discusión y la crítica. Por eso después hubo hasta 6 subgrupos montados por afinidad, por gustos similares o cercanía de los pupitres. Aquellos grupos virtuales dividieron al alumnado, una desunión que alentaba los chismorreos y la desconfianza. Se habían creado guetos. No puede ser, me cabreé y les pedí el listado de grupos. Al cuarto año, no había una excursión de fin de curso, sino 18 grupos para hacer un viaje de fin de curso, cada uno se iba a un lugar. No había ceremonia de graduación, había cuatro ceremonias de graduación. Y es cuando empecé a analizar los grupos de WhatsApp como concepto de relación social. Al final me di cuenta de que cada grupo es un gueto. Lo mismo pasa con los grupos de padres de alumnos en los colegios. No quise entrar porque se convierte en un patio de colegio más.
Esto último parece que nos afecta a todos, adolescentes y adultos.
Claro y además todo se magnifica. Me di cuenta de que había un grupo para padres y luego subgrupos de padres para criticar a otros padres. Habría que estudiarlo desde el punto de visa psicológico también. Ya ni te cuento si te pones a conversar por WhatsApp con tres o cuatro copas, te conviertes en un mono con pistolas dentro centro comercial. No ves la cara ni los gestos, se pueden crear malentendidos, no se tienen en cuenta los estados de ánimo de los interlocutores.
Ya que no hay manual de instrucciones, ¿qué consejos darías para un buen uso de la app?
Cuando se crea un grupo, hay que dejar claro cuál es la finalidad, el administrador tiene que jugar el papel de administrador y llevarlo a rajatabla. Hay que respetar esas reglas del juego en la interacción. WhatsApp tiene que utilizarse para lo que y no tanto como una red social. Cuántas veces recibimos un mensaje y al momento la persona llama por teléfono para decir que no hemos respondido. Lo normal es que se use para comunicaciones cortas, no se puede utilizar para todo.
El uso te lleva al abuso y el abuso a la adicción. El autocontrol es imprescindible para cualquier red social, también para WhatsApp. Tenemos que saber poner diques en el trasvase de información, hay que fomentar ese autocontrol, todo nos lleva a tener problemas psicológicos. No solo es el tiempo que lo utilizamos, sino para qué. Deja el teléfono en casa de vez en cuando.
En los nativos digitales, las personas que han crecido con el móvil en la mano es más difícil esa corrección.
Si necesitas el teléfono para todo por miedo a perderte algo hay un problema que corregir. Se ha convertido en un estilo de vida porque nadie nos ha educado, debería haber una asignatura en Primaria y Secundaria, aunque fuese de 10 minutos al día, para trasladar lo bueno y malo de las redes sociales. Sin entrar en el tema del ciberacoso o del sexting, un problema que te lleva a la ruina social, y que suele empezar siempre por el WhatsApp. Se genera en una aplicación de mensajería que es privada y de ahí sale a la esfera pública, sirve de pasarela para que el ciberacoso se traslade a otras redes sociales. WhatsApp es la herramienta donde comienza el ciberacoso. Como explico en el libro, nunca deberíamos utilizar esta aplicación para exponer nuestra intimidad. Es un fenómeno en auge que está comprometiendo la intimidad de las personas y su futuro sin medir las posibles consecuencias.
Manuel no pierde la esperanza. Sigue exigiendo a sus alumnos trabajos escritos de su puño y letra sin corta-pegas. “Incluso cuando copian textos cometen faltas de ortografía, colocan mal los signos de admiración o las tildes. Y sobre todo no saben explicarse bien”, comenta. Hace tiempo que decidió dejar por las noches el móvil fuera de su dormitorio. “Y funciona, concilias mejor el sueño. Eso ya lo han advertido los neurocientíficos”. Y, para finalizar, reivindica la conversación cara a cara porque el contacto físico y personal es importante y contribuye a nuestro bienestar emocional. De hecho, 'Gueto WhatsApp' acaba con un pantallazo de una conversación en un grupo de ex alumnos que se creó para montar un evento de celebración: "Me salgo del Grupo, pero me vais informando del día y hora del encuentro. Besos y abrazos!".