EFECTOS DEL CORONAVIRUS
Los macrodatos ganan puntos, la privacidad no tanto
El coronavirus ha expandido el uso del big data y las herramientas tecnológicas de geolocalización y control de movimientos. La duda es cómo se ajustarán tras la pandemia para equilibrar cuidado sanitario de la población y protección de la vida privada y la libertad de movimientos.
Más de mil millones de habitantes del planeta se encuentran en este momento confinados en sus hogares. La propagación del coronavirus tiene cifras que se actualizan casi al momento: más de 700.000 diagnosticados, casi 34.000 fallecidos y cerca de 150.000 curados. El desarrollo y utilización de herramientas tecnológicas está en el centro del debate. Por un lado, aplicaciones, robots, drones o pulseras están ayudando a controlar la expansión, a mejorar la distribución de recursos o a conocer mejor al coronavirus. A la vez, surgen voces que advierten de que existe la tentación de aprovechar la tecnología para controlar movimientos y conocer información sensible. ¿Será posible proteger la privacidad y las libertades ciudadanas y servirnos de la tecnología para combatir la pandemia? Los expertos opinan que los macrodatos (Big data) van a ser los grandes vencedores: capturar, almacenar, analizar, intercambiar y visualizar información va a ser clave a la hora de determinar y controlar esta y otras pandemias en el futuro.
En España, la Comunidad Valenciana ha sido la primera que ha obtenido el visto bueno del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital para recabar datos anónimos y agregados de los móviles de la población. Saber cómo se cumplen las restricciones de movimientos, buscar los puntos calientes para asignar mejor los recursos sanitarios y de protección, y entender mejor la movilidad de la población. El Gobierno de España acaba de encomendar a la Secretaria de Estado de Digitalización y Avance Digital el desarrollo urgente de una aplicación informática contra el coronavirus y ha aprobado el rastreo de móviles para confirmar, mediante geolocalización, si una persona se encuentra realmente donde dice estar.
En China, país donde se inició la expansión del virus, las operadoras de telecomunicaciones se coordinaron con el Gobierno para rastrear y contactar a través del teléfono móvil a todas las personas que habían viajado a la provincia de Hubei y a su capital, Wuhan en los primeros días del virus. De esta forma, las autoridades sanitarias fueron capaces de crear un mapa de movimientos de los portadores del COVID-19.
La utilización de apps en países asiáticos como Corea del Sur, China o Taiwán no ha estado exenta de críticas. Los datos recopilados de forma masiva por geolocalización GPS han sido, en algunos casos, empleados para controlar movimientos y hacer identificaciones personales. En la provincia de Hubei se ha llegado a desarrollar un sistema de codificación de los ciudadanos (códigos QR con los colores verde, amarillo y rojo) dependiendo de su potencial riesgo.
Hong Kong ha optado por ‘marcar’ a los turistas que han llegado la ciudad en las últimas semanas. Además de imponerles dos semanas de cuarentena, tendrán que llevar una pulsera de geoperimetraje que hace un barrido de todas las señales del lugar en el que se tiene que hacer el confinamiento (Bluetooth, Wifi, telefonía...) para crear un mapa del entorno sin necesidad de recoger la ubicación exacta del usuario. De esta forma, se protegería su privacidad. Si el usuario viola el confinamiento, se envía una alarma a las autoridades de la ciudad.
En el caso del Reino Unido, una aplicación diseñada por el King´s College London permite a cada usuario registrar datos sobre su salud: temperatura, cansancio, tos, problemas respiratorios, etc. Valorando esa información, las autoridades sanitarias pueden actuar enviando información o haciendo recomendaciones.
Por otro lado, investigadores del MIT (Massachusetts Institute of Technology) han desarrollado una aplicación, denominada Private Kit: Safe Paths, que registra de forma anónima los movimientos de los ciudadanos y avisa si te has cruzado con alguien infectado. Los datos que recoge la aplicación, que es gratuita y en código abierto, se comparten entre distintos teléfonos de una red sin pasar por la autoridad central. Una persona contagiada puede compartir, si quiere, datos de su ubicación con la autoridad sanitaria y usuario no infectados pueden comprobar si han estado en contacto con algún portador del coronavirus. El registro permite también notificar que dos usuarios han coincidido en algún momento.
En Israel, el Gobierno ha llegado a implementar técnicas de rastreo como las usadas en la lucha antiterrorista, entre ellas el monitoreo digital de los pacientes con COVID-19 a través de sus smartphones. Así saben dónde se encuentran en todo momento y pueden enviarles mensajes para que respeten la cuarentena o se hagan la prueba del coronavirus. En un principio, la agencia de seguridad interna de Israel tiene permiso para obtener datos telefónicos de todos los ciudadanos. En EEUU, la empresa de análisis de macrodatos que ayudó al Gobierno a capturar a Osama Bin Laden está cooperando ahora con los centros de control y prevención de enfermedades en el mapeo del virus.
Otra aplicación, llamada TraceTogether, permite conocer, a través de la huella que dejamos por el uso de nuestro teléfono inteligente, dónde estuvimos en las últimas semanas. En concreto, se almacenan los datos de movimientos de los últimos 21 días. En Singapur, donde se ha empezado a utilizar, se controla a los que han dado positivo por COVID-19 para conocer cuáles fueron sus contactos en los últimos días.
Muchas de las tecnologías de seguimiento, monitorización, geolocalización y control que se están poniendo en uso –desde los teléfonos móviles a los reconocimientos faciales– han llegado para quedarse. Su ajuste cuando concluya el periodo de confinamiento y sus posibles usos futuros preocupa, sobre todo en los países democráticos. La solución estará en buscar el equilibrio entre mantener segura a la población y su derecho a la privacidad y la libertad de movimientos.
Hay más de 5.000 millones de usuarios de teléfonos móviles en todo el planeta, de los que unos 2.600 millones poseen un teléfono inteligente. Si a la implantación del smartphone unimos el avance del tratamiento de los macrodatos y la evolución de la inteligencia artificial, la tecnología puede ser un importante aliado contra estas pandemias del siglo XXI. Así lo cree Carina Szpilka, presidenta de la Asociación Española de la Economía Digital (ADigital) y miembro del Comité de Expertos de Levanta la cabeza: "Necesitamos más datos para los diagnósticos, más inteligencia artificial para resolver las dudas de la gente y más geolocalización para identificar los focos (...) Esto abrirá muchos debates, particularmente sobre la protección de datos, pero creo que el futuro pasará por la capacidad de tener mejor trazabilidad de la información y mayor concienciación de los ciudadanos", explicó en la publicación Retina.
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