Regulación
EE.UU. y Reino Unido se niegan a firmar el acuerdo internacional sobre IA
La ausencia de los dos gigantes tecnológicos abre un debate sobre regulación y liderazgo en la materia. Por Marta Fernández.
Más de 28 países alcanzaron un acuerdo para regular el uso de la IA en la reciente Cumbre Global de Inteligencia Artificial celebrada en París. Con todo, no hubo consenso. Los dos actores más influyentes del sector, Estados Unidos y el Reino Unido, decidieron mantenerse al margen. Su ausencia del tratado plantea dudas sobre la efectividad de la regulación global y sobre cómo estos países gestionarán los riesgos asociados a la IA.
¿Qué propone el tratado sobre IA?
Esta cumbre trató de llegar a un consenso entre países enfocado en la seguridad, la ética y la mitigación de riesgos. El tratado, que aborda temas clave como la protección de derechos humanos, la transparencia en los algoritmos y la prevención de abusos en áreas como la vigilancia masiva o el uso militar de la IA, cuenta con el apoyo de varias naciones europeas, Canadá y países del sudeste asiático. No obstante, la falta de la firma de EE.UU. y Reino Unido pone en duda si este tratado será un modelo de referencia global o si podría carecer de peso sin la participación de estos dos actores clave.
¿Qué supone la ausencia de estas dos potencias?
Algunos analistas sugieren que la decisión de EE.UU. y Reino Unido de no firmar el tratado refleja su enfoque más flexible hacia la regulación de la tecnología, con énfasis en la innovación y el liderazgo competitivo. Los dos países han sido históricamente reacios a imponer restricciones estrictas que pudieran frenar el avance de la IA, prefiriendo, en cambio, un marco de autorregulación en el que las empresas tecnológicas jueguen un papel central en la toma de decisiones.
Implicaciones para el futuro
La diferencia de enfoques planteados por la Unión Europea, EE.UU. y el Reino Unido podrían crear desigualdades en las regulaciones internacionales. Las naciones no alineadas con el tratado de París podrían seguir desarrollando tecnologías sin las mismas restricciones de seguridad y ética. Por otro lado, las organizaciones que apoyan el tratado destacan que han dado un paso importante para el desarrollo controlado de la tecnología. El futuro de la regulación dependerá, en gran medida, de cómo se resuelvan estas diferencias entre innovación y responsabilidad global.