Buenos hábitos
La neurociencia lo tiene claro: Más libros y menos pantallas
El neurocientífico Michel Desmurget advierte en su último libro de que la pérdida de la lectura está teniendo unos efectos drásticos. Por Daniel de Luis.
Cada vez leemos menos, no es ninguna revelación. El siglo XXI es el siglo de las pantallas, de la batalla por la atención, de la hiperconectividad. Todos esos son elementos que no parecen ser compatibles con el clásico hábito de la lectura en papel. Especialmente entre las generaciones más jóvenes.
Este desplazamiento de los libros suscita todo tipo de preguntas y despierta la preocupación de los profesionales. ¿Qué pasa si no leemos“de verdad”? ¿Cuáles son las consecuencias de consumir tanto contenido a través de las pantallas? ¿Es tan alarmante la situación?
“Esta es la generación que más lee”: una interpretación errónea
Michel Desmurget, doctor en neurociencia e investigador, ha publicado recientemente Más libros y menos pantallas, un libro en el que expresa abiertamente su preocupación por los efectos que está teniendo en nuestra sociedad la pérdida de la lectura.
Desmurget aclara la idea, falsamente extendida, de que esta es la generación que más lee y que el acceso a Internet es precisamente uno de los factores que lo está potenciando. El neurocientífico cuestiona qué entendemos por lectura y mantiene que solo hace falta ver los resultados de los estudios PISA para darse cuenta de que que la comprensión lectora está desplomándose.
La lectura en cifras
Uno de los datos más reveladores que aporta el autor es que, de media, los niños de entre 8 y 10 años pasan unas 5 horas frente a la pantalla. Los adolescentes, todavía más: 7 horas. Cantidades ingentes de tiempo que, muchas veces, se resta de otras actividades básicas, no solo de la lectura. El abuso de las pantallas de alguna manera también afecta al sueño, al tiempo en familia o a la actividad física.
¿El resultado? En 1960 un adolescente podía leer cerca de 240 palabras por minuto. A día de hoy 190: un 20% menos. Y no solo es una cuestión de rapidez. El léxico es cada vez menos rico. Los textos, cada vez más básicos. Se está simplificando todo.
La lectura es un hábito sano, no una actividad reservada para las élites. Su detrimento tiene un efecto negativo directo sobre el pensamiento crítico, aspecto clave para un desarrollo intelectual maduro y una sociedad reflexiva. Como comenta Desmurget, no es tarde para replantearnos el tiempo que pasamos frente a la pantalla y potenciar la lectura. Porque leer es velar por nuestra salud en todos los aspectos y siempre es buen momento para retomarlo.